A lo largo de nuestra historia, han existido personajes que trascienden y llegan a ocupar grandes espacios en los medios de comunicación y diversos ámbitos sociales, pero no siempre es por algún logro deportivo o civil como el ocurrido recientemente por el valeroso Esteban Cervantes, quien temerariamente se enfrentó al hombre armado que sembró el pánico en una concurrida estación de nuestro Sistema de Transporte Colectivo, sino que, por el contrario, se encuentran en la memoria de las personas y medios informativos por sus actividades y actos fuera de la ley; y la lucha libre no podría estar excluida de esta situación, ahí tenemos el controversial caso de la mal lograda “mata viejitas”.
En esta oportunidad recordaremos a luchador conocido como “ Pancho Valentino” quien comenzaba a figurar dentro de las funciones de la Arena Coliseo en los albores de los años cincuentas, desafortunadamente para el protagonista de nuestra historia, su humor cambiante y explosivo en la impedía colocarse en mejores lugares dentro de las carteleras; cansado de esta situación decidió autoexiliarse al continente europeo en busca de dar un giro a su vida, al parecer no mejoró de todo su modus vivendi y regresó a México distrito federal.
Ya adentro de nuestra sociedad, Pancho Valentino empezó a tener nexos con personas dedicadas al robo y actividades ilícitas, coadyuvando con los anterior mencionados para llevar a cabo sus planes.
Una tarde en la cual el grupo de delincuentes de sitio perpetrar un robo en una parroquia de la popular colonia Roma, Pancho Valentino al darse cuenta que fueron descubiertos por el párroco del templo utilizado sus conocimientos para someter a sus rivales y mediante una llave muy bien aplicada asesinó al sacerdote.
Mike duran, otro luchador profesional que laboraba para los servicios policiales en nuestro país, logró la captura de Valentino por rumbos del estado de Querétaro y al demostrarse la culpabilidad del mismo fue juzgado, sentenciado y enviado a las islas marías para purgar su condena.
Fatídica la historia ¿no creen? Pues ahí no termina la travesía de Pancho Valentino, su vida en las islas Marías (en donde lo apodaron “el matacuras”) cambiado radicalmente al conocer al muy querido y respetado sacerdote Juan Manuel Martínez mejor conocido como “el Padre trampitas”.
El mencionado padre trampitas se encontraba en el penal de las islas Marías cumpliendo su loable labor de predicar su doctrina a los reos y su familia, al encontrarse de frente por primera vez, para hecho Valentino le comentó o al sacerdote “yo soy el mata curas al fin que harán desde con cuidado” a lo que el Padre trampitas respondió: “ pues tíos o hoy el que mata a los matacuras así que tú sabes”.
Los años pasaron y aunque por parte del sacerdote hubo intentos de congeniar con Valentino, la animadversión que existía por parte del luchador con el clero, hacía de ésta amistad algo más que imposible.
Cierta noche, por la mente de Pancho Valentino se cruzó la idea de al Padre trampitas, a sabiendas que su situación carcelaria no cambiaría, se acercó al cura y lo llevó de su celda a la capilla del penal en donde vociferaba al por mayor, pero el Padre trampitas previamente había recibido una alerta por otro reo, advirtiéndole las intenciones de Valentino, por lo cual, cansado de tantas ofensa para su persona y religión, se envalentonó tiene como abiertamente a luchador para que de una vez cumpliera su cometido .
Algo pasó en ese momento por la cabeza de Pancho Valentino que arrepentido se arrodilló ante el Padre trampitas, implorando su perdón y ayuda para conseguir y la absolución y paz espiritual.
A partir de ese momento, Pancho Valentino cambió, asistía y participaba diariamente en las celebraciones eclesiásticas dentro del penal, siempre de rodillas y argumentando que toda actividad que el realizara sería una ofrenda o sacrificio a Dios.
Prueba de lo anterior, en el mata curas desapareció, puesto que el apodo de Pancho cambio al de “el loco” por todas sus actividades realizadas, las cuales incluían que todos los bienes subiera y bajara de un cerro cargando una cruz de más de 70 Kg fabricada por el mismo.
Y así fueron los últimos años de Pancho Valentino, aquel luchador que pudo triunfar en nuestro pancracio nacional y sin embargo llegó a las islas marías aún sacerdote y que irónicamente cambiaría su carácter de manera radical gracias al “Padre Trampitas”.